lunes, 1 de noviembre de 2010

No existen los Domingos.

Como un niño ilusionado, consentido por navidad, esperando la nieve y que se congele la realidad. Se suspenden las partículas en el aire, del cielo de un te quiero subyugado, malherido en que tú y yo...Resto impasible en el si de un yo demente, divergente, intermitente que dice que no, que sí, que no...en un pulso casi frenético que nunca empecé yo. Y tu mirada se convierte en la mentira más preciosa, que rompe mis mañanas cada día. Mi agonía, la rutina llena de muerte y heroína , la auto-negación hirviendo en bullición de tanto amor en vena. Me miro en el espejo y te encuentro en mis pupilas negras, anegadas, cansadas, caídas de tanto llorar... Miré fijamente a un punto muerto, donde sabía que nunca te encontraría, me fui hacia la noche buscando latidos que perdí. Se me abrió de par en par la boca del estomago con ganas de ti, cuando vi que nada funcionaba, porque la valentía es un soñar y yo ya no quiero dormir jamás. Las mentiras se juntan y forman el bordado de mis prendas, ropas que cubren tu ausencia en este cuerpo lleno de sentimientos re-utilizados, enganchados a ti, a tu mirada ígnea.

Tu belleza me hizo eterna, eternamente tuya...

¡Triste soledad de un presente perpetuo!
Era tu belleza la que me poseía en mi lírica post-etílica.
Eras tú la que devoraba las manecillas de mi reloj.
Fue ella... quien borró los domingos de mi vida.
Se atrasa una hora el reloj pero no puedo volver a ti...

Porque ahora Te amo, solamente una hora más.


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