martes, 8 de marzo de 2011

El tragaluz de la pupila del león de mimbre

Las caricias y los deseos ya no respiran en mi jardín de terciopelo azul, no encuentro la forma ni la materia, clave de infusión de nuestra articulación, somos disyuntivas-operativas que juegan a las caricias tardías que sobrevuelan la piel que arranco a tiras y rayas rojas. Blancas las alforjas, arrancándome mi sexo y mi voz, cicatrices, vértices que desgarran disforia de odios, mentiras y tristezas que surcan por mi vientre desfilando, saltando, brotando como cientos de soldaditos de plomo, pesados los huesos que caen  a los rugidos de leones hambrientos enjaulados de deseos y tristezas trigonométricas que enseñan sus garras afilando sus dientes de mimbre...Latidos que golpean el pecho de Sol que calienta la tierra y brota de mi boca el frío polar que muerde la pena y condena que arranca mis orejas y cejas, mi pelo de la curvatura de tu silencio, el ángulo de mi muerte, llama a la puerta e invaden los servicios militares en mi cabeza,  proyectiles apuntando hacia causas perdidas en un rincón olvidado causado de destellos y piernas difusas en el tragaluz de mi pupila, al fondo a la izquierda, se dilata el abismo circular que expande el movimiento sincronizado de mi perdida valorativa, cuantitativa, cualitativa de mi latido clásico de compositor tempestuoso 'in crescendo' alemán, en estas cuatros notas que se perderán en estos dos colores de tristes sabores dulces y amargos...


Ilustración de William T. Wiley, Alchemical Lyon, 2007.